jueves, 8 de julio de 2010

Sopla y pide un deseo.



Cuando tenía siete años quería ser Geóloga, vete a saber porqué empezó. Lo cierto es que tiene un motivo que lo reforzó, como casi todo, tenía una colección de piedras de esas que se hacen por fascículos y que tardas una eternidad en finalizar. Y las veía ahí, en sus cajitas transparentes con sus etiquetas tan profesionales, y pensaba que eran tan frágiles y tan bonitas que me ponía guantes de látex para tocarlas. Por aquel entonces se puede decir que eso era el mayor tesoro que poseía.Un día mi madre rompió la Adamita, por suerte no era mi favorita, pero me dolió más que pelarme las rodillas contra el asfalto. Ahí empecé a entender, muy superficialmente, que había emociones que se nos escapaban de las manos y que las Barbies estaban sobrevaloradas.
Al poco tiempo se me cayó un diente, así que decidí pedir un deseo antes de acostarme. Pensé, hagamos un change Sr.Pérez, nada de dinero bajo la almohada, arreglame la Adamita, anda.
Obviamente eso no sucedió, pero Mamá volvió a comprarme el fascículo seis de la colección Geoworld y todo se solucionó. El tesoro estaba completo de nuevo y la Adamita era más grande que la anterior; puede parecer una tonteria pero ese dato era muy reconfortante.
Hace un par de dias encontré la colección en un armario y me sorprendí de lo cuidadosamente pulcro y arregaldo que estaba todo, realmente debía de apreciar mucho aquellas piedras. Realmente debían de parecerme extremadamente bonitas.
Aún lo son.
Hacerse mayor tiene estas cosas, que a una le entra morriña y los recuerdos ya van siendo bastantes. Que run-run da esto de hacercarse a los 21....

miércoles, 14 de abril de 2010

De todo lo que jamás debe callarse.


Esto ya me saca algún tiempo, pero creo que es necesario empezar por aquí para acabar por donde quiero. Me llega a destiempo, como casi todo lo que me callo demasiado, pero qué más da, puestos a escribir a bocajarro. Hoy ceno en compañía de "más vale tarde que nunca" y pienso sanearme de la raíz a las puntas.

Después de pensar-(te)-(me)-(nos)-(lo) durante algunos días y miles de noches intenté reunir todo lo que tenía dentro en una sola frase, quería probar mi capacidad de síntesis al máximo. Yo también pretendía ser como una de esas cremas con 7 efectos para un mismo rostro: quería decir algo que al pisar tierra sacara 7 tentáculos hacia una misma parcela. Tú. Y la reventase detonando cada uno de sus agujeros. Y pensé “¿Cómo?”… Cómo puedo perforar a alguien que deambula, que no pasea, por la vida sin sentir absolutamente nada; cómo hacer algo así sin ensuciarme las manos. Sin sentir pena de Tí, sin volverme terrorista de guante blanco y mirada oscura. Sin que me pese hacerte pasar por el aro de fuego, a sabiendas de que al otro lado te espera un león en ayuno desde hace días.
Hablo de las personas parcela, que pertenecen a la variedad esa en que cualquier cosa “les da igual” y acojen todo como si fueran un enorme huerto en el que simplemente se dejan plantar.
Si bien bien, si mal mal. Nada más allá de eso ni nada más acá de lo que la vista alcance a ver. De todo ello, casi lo que más me sorprende es su capacidad para conformarse con la primera bofetada, él no pone la otra mejilla, él se pone en cuerpo entero. Quizá piense que puestos a recibir, mejor que cada articulación y hueso duela por igual, por eso de que el dolor descentrado y general duele menos que el diagnosticado y acotado en una sola zona. Mentira. Todos los dolores fastidian, aunque tú nunca los llores. Es por eso por lo que andas podrido por dentro, por lo que te llora cada poro cuando te vienen recuerdos o historias mal rematadas… ya sabes, todo por lo que siempre te marchas. Todo por lo que siempre huyes. Lo jodido es venir luego de frente ¿verdad? ¿Cómo regresas con la mirada bien alta después?
A eso me refería.
Ahora que me he dejado soplar, me pesas mucho menos.

miércoles, 17 de febrero de 2010

El peso de la riqueza.


Si, tienes razón, la vida sería tremendamente imposible si todo se recordase al pie de la l-e-t-r-a. El secreto, al parecer, está en saber elegir lo que debe olvidarse, aquello de lo que hay que pasar página sin mirar atrás y con carrerilla, lo que pesa más de lo que debería y se pavonea de que así sea. Lo que llena la mochila en nuestra espalda y nos clava las correas a mansalva. Eso, eso se llama mierda emocional; y yo, que suelo tener tendencia al coleccionismo desmedido, tengo un nombre: Diógenes emocional. Y es así, así de cíclico. Así de injusto y así de adorable. Así de jodido y así de entrañable. Así de memorable y así de olvidadizo. Así de bipolar y así de frío. La gente se compadece, te mira por dentro con lupa y se calza al abrigo pensando que estás perdida entre tanto flash back interno y que no tienes solución alguna en este mundo de titanes y cirugía estética emocional. Lo mejor de todo es aguardar. Lo mejor de todo es no arrepentirse y tocar los recuerdos con guantes de terciopelo, por si se rallan o estropean. Quizás uno pueda pensar que con veinte años los recuerdos son escasos, y que con cincuenta (que no lo dudo) serán muchos más, más bellos y más dolorosos. De comparaciones hablo. Pero lo cierto es que por desgracia, y le miro a los ojos a esa palabra, hace algún tiempo pasé por una pérdida de las que te llegan a empujones por las escaleras, de las que vienen con el café de la tarde y sin previo aviso. De ese día solo recuerdo la tila en taza blanca, el sofá con fundas blancas, mucha gente que sobraba y mucha soledad sudada. Ese día me sobraban hasta los ojos y la identidad. Los flash backs de ese momento suelen reiterarse cada vez que escucho o veo determinadas cosas que en un pasado fueron compartidas; y ojo como me pille la soledad en un callejón sin salida... que me desvalija por dentro y me desempolva los recuerdos al vacío. Esos que aún duelen más, esos que aún se olvidan menos. Pero ese es otro tema y para ese aún no estoy remendada para escribirlo a mis anchas; así que dejemoslo. Esos recuerdos no son malas hierbas, ¿sabes que creo que constituyen? Las canas del corazón. Y si las arrancas te salen tres más, ya sabes la leyenda PeterPanesca... y si las tiñes quedas de bote, y tonta.

Hoy tengo tu recuerdo, que vale más que tú. Y sin embargo, volteo la cabeza, miro mi mochila y me digo "¡Que bien! En el bolsillo interior aún me queda sitio".
"Sitio para qué", podrás preguntarte.

Sitio para vivir dos veces.

Yo es que soy muy Clooneyana, a mi las canas me ponen.

martes, 22 de diciembre de 2009

Intercambio.


Paseaban, Él le echaba cosas en cara a Ella: que si no había sido buena, que si las cosas no se hacían así, que si cómo había podido, que si un día se arrepentiría, que si no tenía corazón, que si era de hielo, que si esas no habían sido formas. Ella le miraba inmune a tantas dagas, impermeabilizaba contra tanta mierda, perpleja ante tanta falsedad autonvencida. Le miraba y sentía lástima por la perfección que evidentemente no existía en sus palabras, le miraba y su corazón se echaba las manos a la cabeza de tanta carroña como escupían sus "cómo debería haberse comportado". Él, por fín y de una vez por todas, callaba; ya se había quedado bien tranquilo, ya le había demostrado hasta qué punto era consciente del mal que Ella había ocasionado, de lo infinitamente cruel que había sido la muy descorazaonada, ya podía dormir tranquilo y sin miedo, ya segurisimo que entraba al cielo por la puerta grande, porque había sido un héroe de esos que abren los ojos desde los "yo nunca"y los "tú siempre". Bendita sea la conciencia humana. Bendita sea la arrogancia con corbata y las mentiras con rimmel. Alabada sea la posibilidad de opinar de todo y juzgar aún más.

Ella sonríe sin vergüenza alguna, le mira.

-Me cansa este sabor a libertad condicional que me dejas siempre ¿sabes? No te engañes, yo también he actuado como él y él también ha actuado como yo. Tú has sido como él y como yo. Un día te explicaré la teoría que cuenta cómo todos hemos pasado por Terrorista emocional y/o Mendigo emocional. Anótalo en esa cartilla que tienes de buenos modales. Un día, cuando en vez de verja tengas ventana.
La navidad tenía esas cosas, que aunque soltaras palabras como apagones de cigarro sobre al piel eran días de familia, polvorón, espumillón y santas felicidades. Uno no podía enfadarse con un allegado, no si quería tener regalos.

Declaración de "defectos" varios.


Me pasa por ser una despistada crónica, por dejarme las botellas de champú siempre abiertas en la ducha, por impuntual a correpisa y con consciencia, por cabezona hasta las costuras del sujetador, por andar siempre descalza, por tener mis días salidos y no avergonzarme, por dormir hacia abajo, por almacenar tanta brillante mierda en una sola habitación, por tener tantos hobbies frustrados, por no poder tener animales vivos, por no saber cuidar de las plantas, por escuchar música para dormir, para despertar, para desayunar, para hacer botellón, para hacer el amor, por no saber rechazar chupitos, por cocinar para más que menos, por intentar hacer 104 tartas y no acertar ni una, por ser un desastre con forma humana, por perder las cosas y no dejarlas en su sitio por eso de que "si dejaras las cosas en su sitio eso no te pasaría", por leer hasta demasiado tarde, por comprar libros por vicio y enviciarme leyendo libros comprados, por filosofear cuando voy borracha, por reírme de lo que imagino y no puedo contar, por reír por no llorar, por llorar cuando no toca, por eso de que "mañana madrugo", por tener días tan sensibles como el cashmere, por malpensar y que me pillen, por diagnosticar malos días, por dar menos abrazos de los que tocan, por arrepentirme de ello, por cuando me miras con esos ojitos, por querer que todos prueben las cosas que a mi parecer están malas de narices, por no tener valor para hacerme un tatuaje, por indecisa con todas las letras, por no saber nunca qué bombón elegir, por gastarme una pasta en regalos y no arrepentirme ni un solo momento, por apuntarme a un bombardeo y no plantearme si hay combustible, por no sacarme el carnet a la edad establecida, por no llevar nunca reloj, por miedosa, por no hacerme nunca la cama, ni doblar la ropa, por dejar el inglés siempre para el año que viene, por llevar cada calcetín de madre y padre distintos, por hacer tantos soniditos sin quererlo, por comprar tantísima ropa interior, por decir eso de "mañana tiro estas zapatillas" y no hacerlo nunca, por ser vaga cada domingo y aún así dejar para ese día todas las tareas habidas y por haber, por escuchar una canción hasta aborrecerla, por babear cuando sonríe mi prima, por no tener valor, por decir adiós cuando tocaba un quédate, por no confiar en los "para siempre", por comerme el pan de mi madre en la mesa, por gastar tantas servilletas de papel cuando como/ceno fuera de casa, por ser borde, por ser sarcástica, por decir "esta es la útima" y que nunca sea verdad, por no saber poner fín cuando me lio a escribir y el tema da para mucho.

Y todo esto, de lo que muchas veces tanto me arrepiento, es lo que hace que Tú no puedas ser como Yo y Yo no pueda ser como Tú.

Los "defectos" están infravalorados.

martes, 27 de octubre de 2009

Pensamiento 257.


Últimamente todas las canciones son demasiado tristes, las notas están abatidas de chocar contra mis altavoces y no llegar más allá de la montura de mis gafas; los días desmedidamente breves, por mucho que se empeñen en sacarle rayos al sol; el sol excesivamente inquietante y las noches descomunalmente eternas. Todo me viene grande. No es un cambio de estación, ni siquiera de termómetro anímico, no es nada en especial pero es todo en general. Lo malo de esto es no poder echarle la culpa a algo, a las nubes, al teléfono móvil, al vecino o al ladrido del perro. No aprendí a descargar estas situaciones, en la escuela se empeñaron a regañadientes en enseñarme a dividir con tres cifras pero jamás me dijeron qué hacer cuando uno no se sabe consigo mismo. Para esas cosas no hay maestros, ni libros, ni diapositivas ni fichas que colorear; parece ser que para esto solo existe la modalidad autodidacta de "sacarse las castañas del fuego sin salir muy churrascado". Malditos y estipulados conocimientos obligatorios. Si arranco querrá decir que ya no echaré los frenos, ni vistas más atrás de la esquina de casa, ni manos lejanas que casi se tocan, ni palabras en desuso con desgaste en los puntos de las ies, ni ganas de correr pisando barrizales ni todo lo que pueda recordarme mínimamente a algo que se merece un olvido de o a o. Y podré enfadarme, y darme de golpes tanto como quiera, sin que nadie me llame masoca o chica poco práctica, por mucho que goce. Podré estallar cuando quiera, y para ese entonces ya no querré que me abracen. Y si lo hacen desearé que me suelten cuanto antes, que me dejen marcharme sin hacer mucho ruido…porque trueno por dentro, pero nací insonorizada.

viernes, 16 de octubre de 2009

Apunten ¡Fuego!


Es nostalgia ¿la conoces? Es la más puta de todas ellas, junto con la soledad que se fugo con el miedo en un ataque de ira express.Es que te destruyan y destruir. Que se marchen y todo retroceda veintitrés pasos hacia atrás, mientras tus manos se amplifican seis metros hacia delante luchando contra reloj, contra el tiempo puntual de las estaciones de calendario, contra distancias largas, cortas, medianas; junto al cara a cara. Es como la continua pérdida en una guerra sin aprendizaje, es batallar sin armas contra un ejército de centenar de espadas de triple filo; y no perder la estúpida fé en que algún día todos ellos se rindan, aunque sea de hastío y desgana.
Luchar.
Que te combatan.
Perder.
Que te ganen.
Volver.
Caer.
Alzarse.
Tropezar.
Sangrar.
Arrancar.
Es mirar a los ojos y no saber qué expresar exactamente, o evitarlo; que te arranquen las halas justo un segundo antes de echar a volar por la ventana, que te quemen las retinas justo cuando empiezas a distinguir los colores del día y la noche, es ser romántica y que te apuñalen con el brote de una flor de temporada, es dialogar para un público sordo y foráneo, mentir a un diario privado, sofocar el hielo que se forma alrededor de la historia, mantener un duelo con la monotonía y que ésta te saque la lengua, contemplar las quejas entre las manos y el camino compartido entre los pies, es inventar cada veintitrés minutos una buena teoría de autoentendimiento con mucho -miento; es creer la santa patraña de que el supremo deleite del amor solo se encuentra tras los abandonos más crueles y rencorosos, en las reconciliaciones más cobardes y difusas. Es maldecirte por lo que si y por lo que no, por arrancar a correr y estrellarte contra las farolas de su avenida, y sangrar, sangrar por tomar el camino más cómodo y despejado. Por eso de que siempre hay dos. Por eso de que nunca es cierto.
No es más que acostarse y pensar: “Mañana lo hago sin falta".
Y despertarse con un post-it en las manos que indique: "Hoy también te van a faltar ovarios".
Pensar.
Que te piensen.
Mentir.
Que te mientan.
Soñar.
Que te sueñen.
Sonreír.
Que me sonrías.
No que t-o-d-o-s me sonrían, no, que me sonrías.


Hay veces que encajo en cualquier situación y otras que sobro en todos los ambientes, veces en que me comería a besos a todos y otras en que me los comería pero a lo caníbal, no se exactamente a que se debe tanta controversia, la cosa es que me destruye desde la flora intestinal a las uñas de las manos o en su defecto pies (¿Por qué no?). Son momentos en los que no me veo capaz de conciliar el sueño y de nuevo repito mi frase de “Maldita cabeza dejame en paz” ,y pienso y re- que-te-pienso las cosas que de forma clandestina a veces se juntan encima de mi ojo derecho y empiezan a parpadear y a desconcentrarme y de repente saltan canciones que no me dejan dormir, momentos que se repiten y repiten sin cesar y movimientos que actúan como el botón de repeat ,y yo me muero del dolor y entro en una especie de coma ausente que me invalida la cabeza. Y solo puedo pasar del sofá a la cama, de la cama al baño o tal vez de la cama a la silla del ordenador y si eso escribir para despotricarme, y aún así sigo sin ser capaz de formular qué es lo que no me deja dormir ,y prefiero que así sea , la tinieblas acerca de mi misma actúan en muchas ocasiones como escudos frente a lo que parece ser que es mi realidad… Sea lo que sea, y sabiendo con certeza lo que es, mejor no, mejor dormir y dejar para otro día lo que pueda descubrir hoy. Hay veces que la verdad es una luz que preferimos no confesar y aunque suene contradictorio la oscuridad a veces está más acolchada.


He vuelto a ser desordenada, pero no pienso luchar para evitarlo.