jueves, 8 de julio de 2010

Sopla y pide un deseo.



Cuando tenía siete años quería ser Geóloga, vete a saber porqué empezó. Lo cierto es que tiene un motivo que lo reforzó, como casi todo, tenía una colección de piedras de esas que se hacen por fascículos y que tardas una eternidad en finalizar. Y las veía ahí, en sus cajitas transparentes con sus etiquetas tan profesionales, y pensaba que eran tan frágiles y tan bonitas que me ponía guantes de látex para tocarlas. Por aquel entonces se puede decir que eso era el mayor tesoro que poseía.Un día mi madre rompió la Adamita, por suerte no era mi favorita, pero me dolió más que pelarme las rodillas contra el asfalto. Ahí empecé a entender, muy superficialmente, que había emociones que se nos escapaban de las manos y que las Barbies estaban sobrevaloradas.
Al poco tiempo se me cayó un diente, así que decidí pedir un deseo antes de acostarme. Pensé, hagamos un change Sr.Pérez, nada de dinero bajo la almohada, arreglame la Adamita, anda.
Obviamente eso no sucedió, pero Mamá volvió a comprarme el fascículo seis de la colección Geoworld y todo se solucionó. El tesoro estaba completo de nuevo y la Adamita era más grande que la anterior; puede parecer una tonteria pero ese dato era muy reconfortante.
Hace un par de dias encontré la colección en un armario y me sorprendí de lo cuidadosamente pulcro y arregaldo que estaba todo, realmente debía de apreciar mucho aquellas piedras. Realmente debían de parecerme extremadamente bonitas.
Aún lo son.
Hacerse mayor tiene estas cosas, que a una le entra morriña y los recuerdos ya van siendo bastantes. Que run-run da esto de hacercarse a los 21....