domingo, 5 de abril de 2009
Ahora que estamos en condiciones de decir,callar y porsupuesto gritar.
No me gusta sentirme identificada con frases que dicen otras personas, más si estas son de grafía negativa (por su tono de voz, el hilo de la conversación o la verdad más verdadera), me avergüenza de tal forma que me veo incapaz de levantar la mirada del suelo. Siento que le miento al asfalto, al montón de piedras que constituyen el acerado o a la colilla que han dejado caer en la tercera mesa de más allá; y de esta forma logro cargar con la culpabilidad de quien ,en actos, ha robado muchas de sus palabras. Me recorren fotogramas por las retinas que ejemplifican una tras otra vez aquella otra en que yo también hice/dije/sentí/viví aquello, no digo error digo “aquello”, porque aquello es mucho más neutro y al fin y al cabo mucho más anónimo que cualquier otro calificativito seguramente mal añadido por mi en estos momentos. A veces lo siento y odio sencillamente por que lo siento, porque lo estoy viviendo y me está volviendo a pasar. Porque estoy dando consejos cuando debería cerrarme la boca como una persiana, o simplemente decir “no soy quién…”, pero es que joder, no soy quien para muchas cosas, la verdad. Cuando ocurre me siento vacía, completamente hueca, como si me hubieran vaciado con una cuchara de bolas de helado y no hubieran dejado dentro de mi más que esa conmoción, la misma que me anima a salir corriendo del cerebro, a estamparme contra mis duras paredes, a atrancarme la boca con cremallera y a llorar por los pies, aunque esto nunca sea suficiente. A veces todo parece tan extremo que soy capaz de oler la pólvora que amenaza con mi estallido, miro fijamente un punto, en realidad cualquier lugar poco trascendental, se me nublan los pensamientos y lo único que veo despejado son los momentos como látigos sobre la espalda y los minutos acabados en punta. Entonces pienso, y mucho, pero eso no significa que después de todo vaya a amanecer.
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Te prometo que el día que te vuelvas coherente y normal me iré corriendo
ResponderEliminarOh joder, te entiendo... y esa culpabilidad que conlleva el bajón de las miradas es una de las peores torturas para una tarde cualquiera de café. ¿Verdad?
ResponderEliminarBú!
¿Y miras a un punto y ya está? ¿Y se te pasa? No ¿verdad? Es curioso...a mi a veces me ocurre justo al revés, me gusta reflejarme en frases de otras personas...es tan gratificante saber que hay gente que sinte, vio, padeció como yo. ¿Gratificante? No, esa no es la palabra...
ResponderEliminarAyudame a buscarla!
En una multitud vestida de negro bajo la lluvia, una sombrilla roja sería como una mosca sentada en una página blanca...
ResponderEliminarRepetir frases nos convierte en un eco...
Pasé por el mismo puente.
Saludetes,