Paseaban, Él le echaba cosas en cara a Ella: que si no había sido buena, que si las cosas no se hacían así, que si cómo había podido, que si un día se arrepentiría, que si no tenía corazón, que si era de hielo, que si esas no habían sido formas. Ella le miraba inmune a tantas dagas, impermeabilizaba contra tanta mierda, perpleja ante tanta falsedad autonvencida. Le miraba y sentía lástima por la perfección que evidentemente no existía en sus palabras, le miraba y su corazón se echaba las manos a la cabeza de tanta carroña como escupían sus "cómo debería haberse comportado". Él, por fín y de una vez por todas, callaba; ya se había quedado bien tranquilo, ya le había demostrado hasta qué punto era consciente del mal que Ella había ocasionado, de lo infinitamente cruel que había sido la muy descorazaonada, ya podía dormir tranquilo y sin miedo, ya segurisimo que entraba al cielo por la puerta grande, porque había sido un héroe de esos que abren los ojos desde los "yo nunca"y los "tú siempre". Bendita sea la conciencia humana. Bendita sea la arrogancia con corbata y las mentiras con rimmel. Alabada sea la posibilidad de opinar de todo y juzgar aún más.
Ella sonríe sin vergüenza alguna, le mira.
-Me cansa este sabor a libertad condicional que me dejas siempre ¿sabes? No te engañes, yo también he actuado como él y él también ha actuado como yo. Tú has sido como él y como yo. Un día te explicaré la teoría que cuenta cómo todos hemos pasado por Terrorista emocional y/o Mendigo emocional. Anótalo en esa cartilla que tienes de buenos modales. Un día, cuando en vez de verja tengas ventana.
La navidad tenía esas cosas, que aunque soltaras palabras como apagones de cigarro sobre al piel eran días de familia, polvorón, espumillón y santas felicidades. Uno no podía enfadarse con un allegado, no si quería tener regalos.