miércoles, 17 de febrero de 2010

El peso de la riqueza.


Si, tienes razón, la vida sería tremendamente imposible si todo se recordase al pie de la l-e-t-r-a. El secreto, al parecer, está en saber elegir lo que debe olvidarse, aquello de lo que hay que pasar página sin mirar atrás y con carrerilla, lo que pesa más de lo que debería y se pavonea de que así sea. Lo que llena la mochila en nuestra espalda y nos clava las correas a mansalva. Eso, eso se llama mierda emocional; y yo, que suelo tener tendencia al coleccionismo desmedido, tengo un nombre: Diógenes emocional. Y es así, así de cíclico. Así de injusto y así de adorable. Así de jodido y así de entrañable. Así de memorable y así de olvidadizo. Así de bipolar y así de frío. La gente se compadece, te mira por dentro con lupa y se calza al abrigo pensando que estás perdida entre tanto flash back interno y que no tienes solución alguna en este mundo de titanes y cirugía estética emocional. Lo mejor de todo es aguardar. Lo mejor de todo es no arrepentirse y tocar los recuerdos con guantes de terciopelo, por si se rallan o estropean. Quizás uno pueda pensar que con veinte años los recuerdos son escasos, y que con cincuenta (que no lo dudo) serán muchos más, más bellos y más dolorosos. De comparaciones hablo. Pero lo cierto es que por desgracia, y le miro a los ojos a esa palabra, hace algún tiempo pasé por una pérdida de las que te llegan a empujones por las escaleras, de las que vienen con el café de la tarde y sin previo aviso. De ese día solo recuerdo la tila en taza blanca, el sofá con fundas blancas, mucha gente que sobraba y mucha soledad sudada. Ese día me sobraban hasta los ojos y la identidad. Los flash backs de ese momento suelen reiterarse cada vez que escucho o veo determinadas cosas que en un pasado fueron compartidas; y ojo como me pille la soledad en un callejón sin salida... que me desvalija por dentro y me desempolva los recuerdos al vacío. Esos que aún duelen más, esos que aún se olvidan menos. Pero ese es otro tema y para ese aún no estoy remendada para escribirlo a mis anchas; así que dejemoslo. Esos recuerdos no son malas hierbas, ¿sabes que creo que constituyen? Las canas del corazón. Y si las arrancas te salen tres más, ya sabes la leyenda PeterPanesca... y si las tiñes quedas de bote, y tonta.

Hoy tengo tu recuerdo, que vale más que tú. Y sin embargo, volteo la cabeza, miro mi mochila y me digo "¡Que bien! En el bolsillo interior aún me queda sitio".
"Sitio para qué", podrás preguntarte.

Sitio para vivir dos veces.

Yo es que soy muy Clooneyana, a mi las canas me ponen.

4 comentarios:

  1. La vida da una segunda oportunidad a los tontos...quizás yo tardé en deletrear todas y todos los comentarios que me mandabas.....a pesar de tu letra bonita y clara...
    Pero me levanté como la cara de una tortuga y pensé...¿que no habías caído en la cuenta que hace un año que espero tú respuesta?
    Quizás tu mejilla sobre mi papel ya no tenga respuesta...
    Y además tengo frío....
    Saludos cordiales de un matorral con frío....
    El Orégano.

    ResponderEliminar
  2. He leído casi de principio a fin tu antiguo blog de Bohème en una tacita de Té.
    Me ha gustado tu forma tan sincera de escribir sobre la vida.
    Pareces hablar pero enjugas poesía.
    Hablas de latidos, de miradas, de roces con las manos..
    Cuando ví que tenías 20 años sentí que todo lo que había leído tenía todavia más magia.

    quería darte las gracias.
    por gritar en voz alta todas estas cosas.
    por dejarlas escritas por aqui para que otros.. volemos entre tus palabras.

    ResponderEliminar
  3. En un blog -más que un blog es un diario-, un blog cualquiera, aparece de pronto una niña llamada bohéme. El orégano no sabe de donde viene, pero sólo con un sencillo comentario suyo, él se da cuenta que ella poseé el don maravilloso de saber leer, además tambien escribe comentarios inteligentes.
    Sin que el Orégano se diese cuenta, el gris plomizo se convertía en un azul cobalto y un verde intenso.
    Ahí en ese momento el Oregano poco a poco se fué dando cuenta que el tiempo no era para "ahorrarlo" sino para gastarlo a manos llenas.
    El tiempo estaba para derrochrlo a manos llenas, hablando, leyendo, escribiendo..., pasando horas que robaba al sueño, amando, oliendo las flores del rincón de la "no pesaumbre"..
    Pero las intenciones del Orégano se confundían con la de los hombres grises de traje y corbata....(yo entre ellos)
    Ménos mal que estabas ahí Bohéme para poner las cosas en su sitio.
    El Orégano.
    Pd: honestamente gracias.

    ResponderEliminar