miércoles, 28 de enero de 2009

Uno. Dos. Tres.


Uno. Dos. Tres. Uno .Dos .Tres. Cuento mis pasos de tres en tres, así no me pierdo; recopilo el camino andado sin echar la vista atrás, así no sonrío. Sé que son solo estúpidas tácticas para entretenerme, pero así el trayecto se hace más ameno y a veces conocer el destino es suficiente para encaminar tus pies hacia cualquier otro lugar que no sea el debido. Con la mirada fijada en el suelo el resto del mundo siempre (me) desaparece, se emborrona y pierde toda importancia; he limitado mi espacio a una sola espalda, lo advierto y francamente no me pesa. Uno tras otro los rostros se reflejan en el asfalto, conviven con la gravilla y parece ser que se soportan. Una presión arrebatadora oprime mis pulmones, clava sus uñas y rasga el tejido muscular ¿Será esta indiferencia eso que llaman morfina vital? Aquel médico dijo que era experto en tratar corazones, que los abría, los volvía a cerrar, los sujetaba con sus manos...era técnico y por ello estaba seguro de que aquella mujer era su compañera, su amante, su mejor amiga, su corazón latía por ella y por ello le prometía depositarse en la palma de su mano, le prometía ella a él ¿o era al revés?. En aquel momento sonreí , conté hasta tres y pensé: “Mierda, los secretos psiquico-sensoriales no pueden ocultarse ante la ciencia, la medicina es capaz de destapar las mentiras”.Me desabroché la camisa botón a botón, como quien aguarda uno de los peores informes de su vida, lentamente el reloj había dinamitado sus varillas y ya no daba la hora, pausadamente el universo había decido esfumarse. No hay soluciones ni respuestas sencillas, solo hay que respirar hondo y esperar a que se calme. A que me calme. A que se tranquilicen los nervios y dejen de abofetarse con las ganas. Desabrochada la camiseta tiré de la cremallera que me unía, me recosté en la camilla, cerré los ojos y:
-Adelante.
-Vaya… ¿Cuánto hace que no respira?
-Aproximadamente tres meses…he sido fuerte ¿verdad?
-A veces tienes que darte a ti misma permiso para no ser fuerte por una vez. Tienes que dejarlo, tienes que estallar, hacer añicos este relato y ventilar las aurículas.
-La duración de un relato es como la de un sueño, no decidimos el momento en que nos dormimos ni en el que nos despertamos. Y, sin embargo, avanzamos, continuamos. Escuche, usted es médico ¿no?, pues haga lo que tenga que hacer, limítese a ello. ¡Co-sa!
-“Cosa”…no hay nada que coser. No puedo ayudarte, lo siento. (Deja aguja e hilo sobre la mesa).
-Claro que puede, poco a poco…tengo todo el tiempo del mundo.
-Lo siento, no encuentro sus heridas. Creo que no son mis manos las adecuadas. (Se quita la impoluta bata blanca en desuso y abandona la habitación).
-No hay…
Un. Dos. Tres. Un golpe de aire infla mi pecho y la mirada se centraliza en un punto muerto, los ojos se dilatan, la respiración asfixia las palabras, la garganta se rellena de céfiro y le pierdo la pista a la coheréncia. Pierdo el pulso en las manos; el frío se hace con los pies, con las rodillas, con mi cintura. El viento sopla en mis pestañas, filtra por los poros, renacen los órganos y se revitalizan las arterias. Derrocho vida intravenosa, malgasto las fuerzas, desperdicio los quereres y aprovecho lo inutilizado hasta ahora. Caigo. Esto debe ser eso que llaman volver a la normalidad, o humanizarse.


Receta médica: Tenemos cicatrices en los lugares más insospechados, como si fueran mapas secretos de nuestra historia personal, vestigios de viejas lesiones. Y no existe hilo capaz de coserlas, solo se calman con la llegada de otras pieles, solo aceptan el antídoto de otros ojos.

3 comentarios:

  1. Vas a tener que recurrir a tu preciada medicina ilegal...de esa que no se vende en farmacia convencional. Ya me contrás...:)

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  2. Toma de TU medicina:
    http://es.youtube.com/watch?v=IfaI1k2J_9g

    Y sana, pero pronto.

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  3. Já,gracias. Pero esa ya me la sabía...tendrás que recurrir a genericos.

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