miércoles, 4 de febrero de 2009

Por antonomasia.


No me soporto. Hoy la vida me aprieta, como esos sujetadores tan incómodos pero refinados. Como un 37 en alguno de mis pies o una Xs en cualquiera de mis hombros.
Hay días que sencillamente por no poder no puedo ni conmigo. Son “días invencibles” donde la mayoría de la gente que me rodea está ausente de todo contacto que vaya más allá del cordial “Hola” y complaciente “Hasta luego”, son días huecos que rechinan contra el calendario y agitan a cada uno de sus santos, son tardes que gruñen de frío y estufas averiadas, mañanas madrugadas con mala gana y enormemente desperdiciadas con unas seguras noches sin película en el sofá-cama. Generalmente nunca hay un detonante principal, ocurre sin más; desayunas como siempre y de pronto ¡pum! Ya sabes que será un día invencible. Ese día el universo entero se encarga de que todo quede subrayado en fosfi, todo es importantísimo, nada puede ser pospuesto y absolutamente todas las personas incorporan en su vocabulario el término “prisa” y la inadaptable “frialdad”. Ese día la humanidad es una enorme industria, compuesta por países que se tornan departamentos, con ciudades que se transforman en despachos con casas que mutan en mesas de escritorio y personas que evolucionan (malamente) en estresados robots de bingo de feria. Y tú ahí, sin tener la más remota idea en temas de cuentas ni en marketing empresarial. ¿Cuentas? Los días sin ver a X. ¿Marketing empresarial? Solo nociones básicas de supervivencia con 30 euros.
Los vecinos son jodidamente disciplinados, la panadera insólitamente maleducada, el zumo de naranja espantosamente ácido, la cama se revela y no deja hacerse, los cordones de las zapatillas se alargan demasiado y el pueblo de 16000 habitantes te queda casi tan grande como el “te amo” más mal dicho. Y ese día ni siquiera la posibilidad de tener para comer tu plato favorito puede alentarte a desear que llegue la tarde; estás perezosa para la vida social, y nace en ti la indomable capacidad para reñir por todo y con todos.
Con 19 años, no he encontrado la solución a días como estos. Creo que en el fondo no debería evitarlos ni buscarles anestesia, debería de simplemente afrontarlos como hasta ahora. Pero la verdad es que suelo coger el teléfono,respirar, marcar un determinado número y:


-Hola Rosana ¿Qué tal estás?
-Háblame de ti, que no puedo soportar un día más en mí.

7 comentarios:

  1. Dios...
    ...eres genial.

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  2. Tienes un comentario en...
    "Por si acaso."

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  3. Regresé.
    Así que no te soportas, y buscas una solución, y parece ser que la encuentras...no se me había ocurrido descolgar el teléfono cuando me enfrento a días como estos. No tomaré el consejo, por un sencillo motivo, me falta la persona que debe de estar al otro lado de línea. Triste...¿verdad? O quizá no...
    Un abrazo enorme carapán!

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  4. ¿Montamos un club? Porque hoy te leo y me reflejo en todas tus palabras.
    Laura.

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  5. Bienvenido Carlos (sonrío), de nuevo.Has de contarme pasito a pasito tu viaje...
    ¡Oh Laura! Tú por aquí y encima proponiendome montar un club, sabes que no podría negarme....:D

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  6. Bueno el cuadro, es de Munch?

    Vi que has visitado mi blog. Te correspondo.

    Saludos,

    Gabriel

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